Cuenta una antigua leyenda guaraní que muerte no es el final. Pues cuando un hombre muere, su alma se desprende y abandona su cuerpo en la tierra para buscar una flor donde descansar, a la espera de un mágico ser. Es entonces, cuando aparece el mainimbú, nombre guaraní del colibrí, que recoge amorosamente las almas para guiarlas a un nuevo lugar donde renacer.
De este modo, el mainimbú otorga una nueva oportunidad para seguir en el mundo, comenzar una nueva vida y encontrar el camino a la felicidad.
Del mismo modo, las personas morimos muchas veces a lo largo de nuestra vida; como cuando dejamos de ser niños, cuando dejamos atrás una relación de pareja, un trabajo o un hogar… Y del mismo modo renacemos a una versión de nosotros mismos con una vida distinta, con otros sentimientos, otros hábitos, otras personas…
Sin embargo, muchas veces nos cuesta hacerlo. Porque dejar atrás quienes hemos sido nos causa una profunda tristeza y nostalgia… Y entonces, nos quedamos suspendidos en el tiempo, viviendo noches eternas recordando lo que hemos perdido… pensando en el cómo fue o cómo pudo haber sido… Y nos cuesta comprender que debemos comenzar de nuevo.
En estos momentos somos muy vulnerables y tendemos a resistirnos al cambio, podemos caer en una depresión, coger malos hábitos o comenzar una relación que no nos conviene. Porque no estamos en condiciones emocionales para tomar decisiones maduras.
Este renacer, lleva un proceso. Al igual que en la leyenda del Mainimbú, permanecemos a la espera de una oportunidad. Pero solo podremos encontrarla cuando estemos preparados para asumir ese cambio en nuestra vida.